Hay ciertas cosas con las que uno se despierta, todos los
momentos que se puede uno despertar; sin importar en donde este, los sentidos
disponibles, las funciones vitales, la memoria y el yo lírico. Y aunque
avancemos mucho, muchísimo, en cualquier dirección o aspecto, en la historia,
en nuestra historia, o la historia de todo, es indiferente al hecho que en
todos los despertares vamos a buscar comida, quizás ropa, o algo que hacer, o
buscar que hacer, absolutamente nada de eso está incluido en ningún despertar,
uno no se despierta ya desayunado almorzado y cenado, uno no se despierta con
la jornada laboral ya completada, uno no se despierta un sábado con todos los
mandados del fin de semana ya hechos.
Hay ciertas cosas con las que uno se despierta, todos los
momentos que se puede uno despertar; entre esas cosas de manera muy rápida,
casi inmediata y a veces imperceptible es que se activa la memoria y el yo lírico,
como en la memoria se almacenan las ideas que tenemos de la realidad objetiva
perceptible y las emociones no siempre nos despertamos emocionados, o pensando
en algo en específico; a veces si, a veces nos despertamos tristes, o con
alguna idea fresca del sueño; eso se debe a la navegación de nuestro yo lírico en
la memoria y la realidad.
Hay ciertas cosas con las que uno no se despierta, a veces, hay ciertas personas con las que uno no se despierta más, uno mismo a veces no despierta más.
Hay ciertas cosas con las que uno no se despierta todos los días,
y todos los días hay que recorrer el camino a obtenerlas.
Y hay ciertos días en los que vamos a desear que existiera
el camino para recorrerlo, que existieran las cosas que antes existían, que
existan las personas que antes existían.
La memoria es sagrada, recorrer la memoria también es
sagrado.